La evolución y las ideologías
La evolución, lo mismo la personal como la de no
importa qué otra cosa u objeto, implica cambios.
Éstos son imprescindibles para la vida o para el desarrollo de toda existencia…
Hasta los inertes minerales sufren cambios por la erosión y otros procesos
científicos. También debemos saber que las ideologías son producto de nuestra
naturaleza “RACIONAL” y sirven para marcar las directrices de nuestros cambios
vitales, con la finalidad de cumplir con nuestra libertad de ser. No es de
recibo que dejemos que sean los demás quienes manejen los progresos de nuestro
ser.
En este Mundo, ¡no hay nada sin cambios! Si, dentro de lo que podamos, no los
dirigimos nosotros mismos, las circunstancias lo harán por nosotros. Es la Ley
Natural de la vida. La que no podemos cambiar y la que no debemos transgredir,
salvo que busquemos provocar sus consecuencias. De acuerdo con lo que acabo de
señalar, las ideologías y las creencias son producto de la supuesta
racionalidad de los seres humanos y por lo tanto susceptibles, en un altísimo
porcentaje, de haber sido mal elaboradas.
Como todos deberíamos saber, las personas somos
falibles y creer en la corrección de nuestra ideología o que es la mejor es,
sencillamente, un claro síntoma de IGNORANCIA o ESTUPIDEZ. Que los fanáticos de
derechas y los de izquierdas se acusen mutuamente de “partidistas” es una clara
demostración de la irracional forma de entender esta cuestión. Ambos sufren la
misma enajenación mental, ésa que produce el malvado fanatismo y, asimismo, ambos sufren la ceguera de no percibir su
“humanidad” con claridad. ¿Quién no comete errores? Es una de las objetividades
que obviamos constantemente.
Esto es lo que nos hace caer en el absurdo pozo de
nuestras peores percepciones. Mi recomendación es que recapacitemos y veamos
este asunto como nuestro principal vicio humano. Para solucionarlo sólo debemos
tener la firme voluntad de CAMBIAR el rumbo de nuestras ideologías,
esforzándonos por sacarlas del necio partidismo. Intentemos ser imparciales,
¡cueste lo que cueste! Dejemos en el olvido nuestros peores instintos, como es
el odio hacia nuestros adversarios. Es el único modo de salir todos ganando.
Cortemos de raíz esta maldita espiral de desprecios y
descalificaciones. Esta actitud, desgraciadamente tan corriente, no favorece el
entendimiento y nos lleva al peor destino de la humanidad… ¡Las guerras! No
digáis que estáis en contra de ellas si no hacéis nada para salir de vuestra
amarga y descerebrada actitud partidista… ¡No tiene sentido! Y resulta ser,
objetivamente, una incongruencia de gran calado. El odio y el desprecio son
como ese bumerán que nos cae encima con la misma fuerza con la que lo hemos
lanzado.
Una agresión no se arregla con el “ojo por ojo”, lo
diga quien lo diga, las soluciones sólo van a venir de la mano de un diálogo
bien efectuado, de un acuerdo entre las partes que satisfaga a todos. Si buscamos
una solución definitiva y no los “parches” a los que nos tienen acostumbrados
los políticos actuales, nuestros planteamientos deben resultar justos y nunca
deben ser medidas autoritarias impuestas por el poder de las armas.
¿De qué civilización podemos presumir si no somos
capaces de entendernos buenamente? El hecho de que no consigamos ser
imparciales augura malos auspicios para la paz y el amor, para un futuro mejor,
un buen legado para dejar a nuestros hijos y nietos. No veo ninguna virtud en
tener “ideas fijas”… ¡CAMBIÉMOS! Siempre he oído decir que rectificar es de
sabios. Creo que ahí es donde radica la virtud, ¡en la sabiduría! La Historia
nos demuestra, una y otra vez, que lo que digo es cierto y que se pierde más
que las vidas que acortamos.
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